A partir de la reforma a fondo de un edificio ya existente, en una parcela estrecha, que daba sólo en la calle Rosselló y no llegaba a la Diagonal, Puig y Cadafalch crea esta pequeña joya del modernismo: tanto la fachada como el conjunto de acceso que atraviesa la planta baja y la llegada a la planta noble, son uno de los proyectos más exitosos de la época.
El palacio sigue el esquema típico del Ensanche: la planta principal para los propietarios y el resto de pisos para alquiler. La planta baja se usa como acceso a los pisos superiores y las dependencias de servicio, y para la entrada formal a la casa de los barones. La entrada para carruajes, -excepcionalmente aquí, con entrada y salida a la calle- que da a la escalera monumental de acceso al principal, es el eje vertebrador de la residencia de los varones y una herencia de los palacios góticos barceloneses - básicamente, desde los situados en la calle Montcada.
La configuración del Ensanche hace que los edificios tengan dos fachadas muy diferenciadas: la que da a la calle, siempre muy formal y representativa, y la que da a patio de manzana, que suele ser más sencilla y relajada. Esta dicotomía la vemos también en el Palau del Baró de Quadras: la fachada de la Diagonal, obra de los artesanos Alfons Juyol y Eusebi Arnau, que construyen en piedra tallada una de las tribunas goticizantes más impresionantes del modernismo; y la fachada posterior, la de la calle Rosselló, que tiene una decoración floral a lo largo de la tribuna corrida lateralmente -tres balcones- y vertical -cuatro plantas.