Institut Ramon LLull

En Barcelona se hacen monólogos en catalán, y es noticia

paperllull.  BARCELONA, 12/09/2020

Qué registro lingüístico utilizan los nuevos monologuistas que se expresan en catalán en el escenario? ¿Qué referentes tienen Charlie Pee o Joel Díaz? ¿Qué hace que el uso de nuestra lengua pase de recurso puntual y objeto de burla a lengua central de los nuevos comediantes? Nos lo explica Maria Rovira, conocida en el ámbito del espectáculo como Oye Sherman.




[Nota previa. Cada vez que diga 'monólogo' me refiero estrictamente a stand-up comedy: persona con micrófono preferiblemente sobria en un bar contando chistes ante un público preferiblemente ebrio. Importante que no se confunda con monólogo teatral.]

[Nota previa también pero posterior a la primera. Un "open mic", o micrófono abierto, es un espectáculo donde los debutantes se estrenan y los monologuistas van a probar chistes que posteriormente utilizarán; una sala de entrenamiento donde ver cuáles funcionan y cuáles más vale que no vuelvan a ver la luz nunca más.]

2005. La Maria Rovira tiene 15 años. Escribe, como todos los adolescentes ajenos al sexo, literatura atormentada. Tiene un Word de 80 páginas titulado Arañando espejos.doc. A pesar de vivir el 100% de su vida en catalán, la poesía y los relatos (o lo que ella llama poesía y lo que ella llama relatos) los perpetra en castellano. Paradójicamente, su lengua materna no sirve para articular el lamento de su alma adolescente afligida, valga la redundancia. No sabe por qué, pero le parece que el catalán no tiene pedigrí literario. No es un paso caso aislado entre la gente de su edad. A los pocos años dejará de pensar semejante sandez.

Pero sí le durará varios años más otro prejuicio: el catalán no vale tanto para hacer reír como el castellano. Todos los monólogos que ha visto hasta ahora son en castellano, porque los ha visto todos en El Club de la Comedia: un cómic / actor famoso, un teatro lleno de gente, un texto que seguramente no se ha escrito él. Paralelamente aún tiene otro, de prejuicio, que no es lingüístico: objetivamente, los hombres hacen más risa que las mujeres. Será por eso que salen pocas, a contar chistes.

// Elipsis temporal ///

Hace cuatro años, en Barcelona se hacían más monólogos en inglés que en catalán. No nos cuesta creer, teniendo en cuenta que se hacían casi tantos monólogos en catalán como en gaélico. (Es muy posible que esta afirmación no cuente con todo el rigor periodístico que nos gustaría a vosotros y a mí). Es muy difícil competir con la devoción absoluta por el formato que sienten los anglófonos; no es poco común que un turista que pasa cuatro días en Barcelona mira qué oferta le brindan los antros de la ciudad para ocupar una de las tres noches; y si un residente tiene menos interés por el género, posiblemente acabe buscando un open mic. En cambio, la escena en catalán quedaba como algo anecdótico. A todo esto, cuando el catalán aparecía en monólogos en castellano, a menudo lo hacía (y lo hace todavía) como gracia folclórica, como quien hace un acento divertido. Se utilizaba para rematar un final de párrafo ( "Ui, però és que això, Montserrat, costa molts calers, eh!") Como chiste en sí, sin haber más gag que este.

El catalán como lengua humorística tenía un estatus alineado con mi percepción de 2005: sólo válido como recurso puntual y objeto de mofa, y nada mucho más allá.

Paralelamente, sin embargo, en Twitter sí existía de manera orgánica, asilvestrada, burda y genuina un humor en catalán, al margen de los circuitos más institucionalizados. Un Twitter-Cataluña que tiene su embrión en la Blogosfera-Cataluña, con algunos popes de referencia. Hay algo que conecta fuertemente Twitter y el stand-up: sacar los propios trapos sucios para ponerla sobre la mesa y ante la audiencia, ser hiriente con los demás y con uno mismo. Este estilo de primera persona sin rodeos, humillante y autobiográfico, de lo realmente miserable que haces cuando nadie mira, no estaba en el monólogo estándar que habíamos visto hasta entonces en la televisión. Si hiciéramos un promedio de todos los comediantes que aparecieron, el resultado muy posiblemente sería un hombre blanco y heterosexual hablando de 1) temas costumbristas y 2) guerra de sexos. La comida de los aviones, que no vale nada. Y ¡qué pesado, ir al cine con tu novia, porque claro; ella quiere ir a ver una película romántica y tu una de explosiones. Pura vanguardia. Camiones de dieciocho ruedas cargados hasta arriba de caspa.

Hoy día, en Barcelona, ​​sigue habiendo más monólogos en inglés que en catalán (y por supuesto más monólogos en castellano que en inglés), pero el circuito en catalán existe y tiene nombres de referencia: El Soterrani y l'Altre Mic, micrófono abierto. La inmediata aceptación que tuvieron y el éxito de público que se renueva cada semana (coronavirus aparte) demuestra que lo que era anómalo era su ausencia, porque cubren una demanda existente.

En este enamoramiento y conexión con los fundamentos de la stand-up ha tenido mucho que ver el acceso generalizado de material en inglés y especialmente norteamericano: si preguntamos a los que hacen stand-up hoy día en El Soterrani y l'Altre Mic cuáles fueron sus primeros referentes significativos, salen nombres como George Carlin, Seinfeld, Gervais o Louis CK. No sé si, teniendo en cuenta esto, podemos decir que el humor que hacemos ahora en los bares de Barcelona es humor catalán™ propiamente dicho. No creo que seamos eslabón de la cadena que recoge la tradición de Pitarra y Capri, que digamos. Por eso, me resuelvo la cuestión hablando de humor "en catalán" y dejo este debate para otro.

Y quien podemos ver actuando si asistimos a un espectáculo del Soterrani o l'Altre Mic, si la pandemia lo permite? Pues aquí una pequeña lista, donde no están todos ni mucho menos:

Charlie Pee: la nieta bastarda de Joan Rivers, sucia y brutal, que insulta al público como tarjeta de presentación y disfruta de su incomodidad mientras ella sonríe, sonríe y sonríe; la que imaginas compañera de pupitre de Sarah Silverman en el instituto.
Marc Sarrats: la fuerza telúrica en el escenario de Richard Pryor con los aires de predicador lúcido de Bill Hicks. Tan pronto se puede lanzar al suelo de espaldas como sacar un altavoz para ponerse banda sonora. Mucho más loco que tú.
Ana Polo: el espíritu del monólogo "Nannette" de Hannah Gadsby con la energía y nervio de Ellen DeGeneres; visibilidad lésbica y enraged feminism de hostias con la mano abierta.
Josep Català: sin él, la escena en catalán habría surgido aún más tarde. Cómic veterano con un aire de Todd Barry. Más trabajado que Gervais, más enojado que Seinfeld y con más hijas que dos (tiene tres).
Joel Díaz: un estilo único y radiofónico, verborreico. Se escuda con los papeles alegando trastorno del déficit de atención (y muchos porros de juventud) pero en cambio desarrolla largas conferencias sobre un solo tema. Como George Carlin fiscaliza las incongruencias de nuestro modo de vida, y cree que somos todos idiotas con la intensidad con que lo cree Bill Burr.
Irene Minovas: una capacidad cómica de actriz del Saturday Night Live y un estilo calmado sólo en apariencia, con el ansia llamando constantemente a la puerta. La precisión y elegancia de Tig Notaro, haciendo que parezcan fáciles cosas que no lo son en absoluto.
Godai Garcia: surrealismo rural sin precedentes irrumpiendo en un marco eminentemente urbano; él dice que se refleja en como recita sus cuentos el escritor Hernán Casciari pero quien lo conoce sabe que es difícil encontrarle análogos.
Modgi: su talento innato es el autodesprecio; tiene la autoestima de Gary Gulman en un día bajo. Cualquier persona que lo vea y lo sienta pensará inmediatamente en Louis CK; es lo más parecido que se puede encontrar (pero sin historial de agresión sexual, que eso siempre hace ilusión).

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