Institut Ramon LLull

Pop y compromiso, una mezcla explosiva

paperllull.  23/08/2020

Si la música popular siempre ha sido un espejo de su tiempo, qué dice de nuestro país la música de expresión catalana? Lluís Gavaldà, cantante y compositor de Els Pets, repasa en este artículo aquellos nombres imperdibles que han mantenido una continuada vocación de transformación social.




"Mixing pop and politics she asked me what the use is,
I offered embarrassment and the usual excuses."

Waiting for the great leap forwards, Billy Bragg

Inmersos como estamos en este mundo descreído del siglo XXI, donde las canciones se venden alegremente al mejor postor, cuesta recordar cuando el rock era rebelde o no era. En poco menos de medio siglo el lema escrito en el lomo de la guitarra de Woody Guthrie ( "esta máquina mata fascistas") se transformó en giras esponsorizadas por las corporaciones reaccionarias que se hacen y se deshacen.

Sí, ya lo sabemos, la música popular siempre ha sido un espejo de su tiempo y, una vez pasada la utopía hippie, la banalización de la cultura fue potenciada y recompensada, dando paso a hedonistas empapados de un individualismo deshumanizado y competitivo. En Cataluña, una vez impuesta la transición y arrinconados los cantautores antifranquistas, costaba sintonizar la radio comercial y escuchar una canción que hablara de las carencias evidentes de un nuevo sistema democrático basado en la amnesia colectiva. La música popular, que nació como sintonía de rebeldía y contestación, se había convertido ruido de fondo para endulzar mensajes del sistema y las canciones que un día fueron himnos generacionales se habían convertido en poco más que bandas sonoras de anuncios televisivos o música de campañas electorales.

 

Así pues, en medio del oasis catalán de finales de los años ochenta, un nuevo movimiento llamado "rock català", renovó la escena musical del país con una voluntad claramente escapista y nada politizada. No deja de ser curioso pues que este movimiento supuestamente apolítico lograra de paso, casi sin darse cuenta, una normalización de la lengua catalana en el pop inédita hasta ese momento. Los motivos de este fenómeno parecen evidentes. Más allá de teorías conspiratorias de subvenciones y dirigismo institucional, la razón de este éxito fue mucho más sencilla.

Toda una generación plenamente normalizada a nivel lingüístico necesitaba referentes generacionales que se expresaran en su lengua y esto hizo que por primera vez los grupos de rock que llenaban estadios y lideraban las listas de éxito se expresaran con la lengua propia del país. Es así pues que la primera mitad de los noventa vivió una época dorada del pop autóctono, una efervescencia de grupos de expresión catalana, mayoritariamente procedentes de comarcas, que llenó pabellones y fiestas mayores con un público joven y entusiasta que, paradójicamente, con su arsenal de banderas y cantos tribales aportaban un contrapunto de militancia mucho más pronunciado que el de la propia propuesta musical que consumían.

A mediados de los noventa esta efervescencia se fue apaciguando de manera natural. Como todos los movimientos de la historia del pop, el tamiz del tiempo filtró su oferta claramente desproporcionada. La aparición del pop mestizo cambió el mimetismo de carácter anglosajón por ritmos más cálidos que mezclaban mediterraneidad con influencias caribeñas, con una apuesta decidida a reivindicar la rumba catalana, una mezcla deliciosa de ritmos cubanos y cultura gitana de raíces genuinamente catalanas. Los textos de esta nueva hornada llenan de eslóganes internacionalistas y antisistema, más preocupados por la lucha de clases y el anticapitalismo que por la liberación nacional. Mientras tanto, los grupos de pop tradicional, deciden abdicar del catalán y adoptan el idioma inglés para marcar distancias con un movimiento, el del rock catalán, que consideran anacrónico y caduco.

Con la llegada del nuevo siglo, la llama de la relevancia sonora cambia de epicentro y se ubica en Valencia, con grupos que mezclan el folclore autóctono con los ritmos jamaicanos y que reivindican inequívocamente el concepto de Países Catalanes con una militancia desacomplejada y canciones himno donde reinan las llamadas a la lucha activa contra la represión política. El pop de corte anglosajón mientras tanto parece adormecido, con algunos supervivientes del rock català y apuestas puntuales de origen insular aguantando el tipo. Es en este contexto que, contra todo pronóstico, justo cuando termina la primera década del nuevo siglo, una nueva hornada de artistas de expresión catalana renuevan la escena musical de manera definitiva

Entre el 2008 y el 2010, grupos y solistas de todo el territorio hacen posible una nueva época dorada del pop más ecléctica y contemporánea que la de sus predecesores. A través de nuevos sellos discográficos y con la autogestión como herramienta y filosofía de trabajo, las nuevas apuestas se alejan del mimetismo de generaciones anteriores y proponen una obra más personal y diferenciada. Así pues grupos como Manel o Els Amics de les Arts se convierten en auténticos fenómenos sociales, con un poder de convocatoria equiparable a los grupos principales del rock catalán, mientras sellos como Bankrobber marcan el camino a propuestas más artesanales y que, en términos generales, apuestan por textos de carácter confesional, costumbrista o incluso metafísico.

Y aquí es donde llegamos al presente sonoro de nuestro país, un presente marcado a fuego por la irrupción del proceso de independencia y su brutal represión. Una bocanada de realidad que de rebote ha servido para reconectar la música popular autóctona con la militancia y la denuncia social. Se diría que de manera natural, la falta de libertades de nuestro país ha cerrado el círculo y la misma voluntad de reivindicación social que creó el movimiento de "la nova canço" en plena época franquista, ha devuelto las letras comprometidas al cancionero actual, incluso con artistas poco acostumbrados a tocar temáticas sociales no hace demasiado tiempo. 

Quién lo diría pues, han pasado los años y el espíritu de Woody Guthrie todavía está vivo y la música popular, con su constante vocación de transformación social, puede que no mate fascistas, pero todavía les puede desenmascarar de manera lúdica a golpes de canción.

Playlist:

01 Els Pets- “Pau”

02 Brams- “La diplomàcia de la rebelia”

03 Obrint Pas- “La flama”

04 Pau Alabajos- “Utòpics, idealistes, ingenus”

05 Manel- “Un directiu em va acomiadar”

06 Mishima- “Mentre floreixien les flors”

07 La Gossa Sorda- “Esbarzers”

08 Sanjosex- “Futur incert”

09 Txarango- “Agafant l’horitzó”

10 Mazoni- “Pedres”

11 Xarim Aresté- “Ni a besades”

12 Judit Neddermann- “No volem més cops”

13 Joan Miquel Oliver- “Me’n vaig a viure a Lleida"

Escucha la playlist en Spotify

 

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