Institut Ramon LLull

Electrovers, poetrónica y 'lyrical gangsters'

paperllull.  Palma, 12/07/2020

La propuesta de Jansky pasa por una conjunción muy singular entre la electrónica y la poesía. En este artículo, la poeta y traductora Laia Martínez y López (Laia MaLo) nos habla de la experiencia creativa y performántica con el dúo que comparte con el músico Jaume Reus.




Como os podéis imaginar, cuando nos pusimos a jugar con el experimento de Jansky (mezcla de electrónica orgánica con un flautista y una poeta que medio recita, medio canta), no pensábamos ni menos que un día tocaríamos ante un público polaco, marroquí o coreano, por ejemplo. Sobre todo, porque nos considerábamos un juego performántico, más que una formación musical, con un pie en el spoken word de Gil Scott Heron, el otro en la rapsodia punk de Patti Smith y una mano rozando el universo de los Kraftwerk; pero también un poco por el hecho de que la lengua de creación era el catalán y, en los primeros contactos con los profesionales de la industria musical en Mallorca, esto parecía una barrera a la hora de atravesar los ambientes literarios hasta el sector de la música propiamente.

Con todo, en casa encontramos apoyo entre colectivos alternativos como Velvetine, un grupo de videoartistas y DJ que pinchan con vinilos, que nos incluyeron en su tribu como el primer grupo en directo. En Catalunya, antes del Heliogàbal, el espacio Nau B1 de Granollers nos programó en un concierto doble con Tim & Puma Mimi, en 2012. Una japonesa y un suizo que conectan unos parches electrónicos a cuerpos y verduras, y sintetizan la reacción sonora para construir unas bases sobre las que rapean letras surrealistas en muchas lenguas.

Tras las actuaciones, nos explicaron que tocaban a menudo en festivales de jazz, ya que estos programan estilos que no lo son estrictamente, con la única condición de que partan de la improvisación. La recomendación de esta pareja encantadora enlazaba con el ideario de los sorprendentes Za!, con la diferencia de que los catalanes emergían como una formación instrumental (que hoy ya se aventura a colaborar precisamente con poetas).

Su intuición se materializó en 2018, cuando participamos en el festival Jazzablanca (Marruecos) donde, entre otros, compartíamos cartel con Morcheeba y St Germain: dos referentes consolidados de lo que hacemos; unos, por la combinación de electrónica con voces particulares y poéticas y, el otro, por la incorporación de la flauta travesera en el house (con el disco Tourist, en 2000). Y en la Seoul Music Week, actuamos con proyectos emergentes que bebían de todos los estilos y transitaban de las tonadas y versos populares hasta el discurso del K-pop.

No fue tampoco hasta el 2018, en el festival Live at Heart (Suecia), que volvimos a coincidir con una flauta. Allí conocimos a Rozalind McPhail, de Canadá, que utiliza pedales de loops y efectos como Jaume Reus, y que ha aparecido en los discos de estudios de grupos como Yo La Tengo o Caribou. Con ella vamos compartiendo ideas y conocimientos técnicos, con respecto a la flauta travesera, lo que hasta hace poco no podíamos hacer con nadie. En casa, Jaume ha colaborado con Oso Leone y Shoeg, por ejemplo, como flautista, pero el electrojazz como género en los Países Catalanes, apenas comienza a producir representantes, como Tversky o Akkan.

Cabe decir que Jansky sí llamó la atención de inmediato al gran referente, en cuanto a festivales, en cuanto a experimentación: el Sonar Barcelona. Así, en el año 2013, cuando acabábamos de publicar nuestro disco debut, recibimos la oportunidad de proyectarnos al mundo. La experiencia fue abrumadora, porque los únicos referentes que conocíamos en el territorio (los tándems Pascal Comelade / Enric Casasses y Bradien + Eduard Escoffet, con los que compartimos la idea de músico + poeta y de experimento electrónico), actuaban en el mismo escenario en aquella edición. Repasando el cartel siete años después, es curioso como los nombres que acompañábamos han caminado, en cierto modo, por senderos similares: Za!, BeGun o Alizza, Tiger Menja Zebra y Coàgul. También nos hemos ido encontrando a Olaffur Arnalds en el Reino Unido.

Desde el 2014, montamos pequeñas giras una o dos veces al año, lo que nos permite seguir A una cultura que todavía tiene la música en el centro de la vida de una manera muy natural. La etiqueta «poetrónica» ya funcionaba, con grupos que recuerdan a los Hidrogenesse, por ejemplo, y mientras que en los PPCC no teníamos representante, en Londres una empresa de booking local nos incluyó dentro de su roster, por ser «especiales». Este adjetivo, que aquí suele fruncir el ceño de los programadores, allí, hace trempar. No sabemos nunca con qué tipo de grupos nos encontraremos en el escenario, y eso es fabuloso.

Aunque la gran etiqueta del indie siga dominado, no tenemos la sensación de arrastre que hay en los PPCC, cuando se impone una moda musical. Hoy son espacios de referencia para nosotros el Iklectik, Cargo y la Camden Assembly, de Londres, y The Old Abbey Taphouse o The Deaf Institute, en Manchester. Espacios donde el público no saca el móvil durante el concierto, sino que escucha, baila y se interesa, al acabar, por el proceso creativo de los grupos y por el contenido literario de las canciones; donde se valora la mezcla de folklore y tradición, con una actitud de diversión o de riesgo. Que hacen pensar en iniciativas como el Konvent, que acoge propuestas multidisciplinares, o la asociación de músicos de electrónica de Barcelona, ​​Ameba.

La creación al margen de los grandes festivales o salas resulta en proyectos muy particulares y con rasgos insólitos. El 2019, en el festival Fringe de Edimburgo, compartimos una microresidencia en los estudios de Leith (el barrio marginal donde se sitúa Trainspotting), con los jóvenes Yoko Pwno, que combinan la electrónica con instrumentación tradicional (violín y flautas), y versos principalmente en escocés.

El mismo año, publicamos nuestro tercer disco, con el que cambiábamos de discográfica. Ahora nos acoge Hidden Track Records, un sello colaborativo ideado por la Louise Sansom, de organigrama horizontal y ecléctico en cuanto a proyectos, siempre y cuando respondan a la premisa de diversidad en todos los sentidos. Louise es la voz al frente de Anímic, el grupo que comparte con su pareja, Ferran Palau, y que ya nos sonaba a nuestra cuerda: cañero y poético. Y hay más cosas, en casa, salidas de estas periferias, con espíritu juguetón: el último disco de Joana Gomila y Laia Vallès, con un papel esencial para la electrónica; la estrambótica maravilla de las Tarta Relena; o el fanzine de Spotify, Poetry Spam, que hace colaborar productores de electrónica con jóvenes poetas catalanes, partiendo de nuestro concepto de electrolovers.

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