Institut Ramon LLull

Pinos mediterráneos y voces robóticas

paperllull.  BARCELONA, 14/06/2020

Antònia Font rompió definitivamente las fronteras geográficas y mentales de la música balear. Nando Cruz nos explica en este artículo qué voces forman parte de la nueva generación de autores de sensibilidad ultra-local y sideral que toman el relevo.




Se cerraron las luces del escenario. Escuchamos unos pasos y entrevimos en la oscuridad una silueta de mujer que avanzaba hacia nosotros, el público, recitando unos versos:

“Paradís que s’ha inundat.

S’avió vola i tancam segles d’història.

Estic perduda i no tenc mapes.

Es veïnat compta els doblers i canta que no vegis”.

Era Joana Gomila, que seguía recitando aquel poema suyo mientras cargaba un trasto voluminoso entre las manos. Era un pino. ¡Un pino! Un pino joven y mediterráneo plantado en un tiesto. Que el pino se llamaba Dani, lo sabríamos más tarde. La cantautora mallorquina seguía recitando el poema como si aquel trozo de árbol no pesara exactamente ocho kilos:

El món prodigiós, qui se’l va inventar?

Els déus del silenci ja arriben, fan tard

Esferes són plenes d’humans continguts

Refugis, antenes, illots ben perduts.

Aquella escena podría parecer la metáfora visual para introducir una actuación de folk bien arraigado y tradicionalista. De hecho, el escenario de aquel concierto era el del Centre Artesà Tradicionàrius, pero segundos después la voz de Joana se empezó a desfigurar con todo tipo de efectos sonoros. Como si su cuerpo fuera el canal de expresión de miles de robots llegados del todos los rincones de la galaxia.

“Són cercles i segles

cercant es sentit

es fred dels estels

fa els humans ben petits”.

Pinos mediterráneos y voces robotizadas conviven en las canciones de esta cantautora escurridiza, que se dio a conocer el 2016 con Folk souvenir. En ese disco estaba la Cançó des desbarats, una versión del Holidays de Antònia Font. Joana estiró del hilo de aquel original del disco Taxi y luego lo recosió con un aspecto radicalmente nuevo. Joana también es futurista y tiene un futuro. Un futuro que empieza justo cuando termina la historia de Antònia Font, el grupo que redimensionó la música pop salida de las Islas Baleares.

Joana Gomila, en una foto promocional.

El quinteto mallorquín desapareció en 2013, pero nos dejó tres legados fundamentales: una discografía que funciona como un mapa del tesoro que activa la imaginación de todo el que lo quiera descifrar, una pista que podemos seguir en los discos de Joan Miquel Oliver y en las producciones del teclista Jaume Manresa y, aún más importante, una pista de aterrizaje, perfectamente equipada, para recibir turistas de cualquier rincón de la galaxia. Alienígenas que aportan ruiditos y sugerencias de todo tipo a los músicos baleares que se quieran acercar.

Aviones, barcas, telescopios

En los años 60 ya había grupos baleares como Los Mallorquines, The Four Winds and Dito, Los 5 del Este y Los Beta que se alimentaban de los sonidos eléctricos que llegaban a las islas en los primeros aviones llenos de turistas. En los años 80, la cantautora Maria del Mar Bonet emprende el trayecto inverso: sería ella quien, saliendo de la isla en barca, iniciaría su epopeya como exploradora de los sonidos del Mediterráneo. Pero fueron Antònia Font quienes inauguraron el Observatorio Galáctico del Pop. Con ellos, el telescopio se convertiría en un instrumento de primera necesidad.

Esta curiosidad de los Antònia Font por los universos lejanos o paralelos, y aquel deseo, o incluso necesidad, de vincularlos al extraño ecosistema insular, es el punto de partida sonoro y poético de trayectorias musicales como las de Joana Gomila, Leonmanso y Miquel Serra, entre otros. Son artistas que arrancan a volar creativamente coincidiendo con los últimos pasos del quinteto de Oliver y los hermanos Debon. Artistas que siguen ese camino hacia un pop balear y universal en el sentido más literal del término. Con los pies en el suelo y la cabeza en la luna.

Leonmanso, en una imatge promocional. Foto: Wikimedia Commons

“No ho has vist tot, no ho has vist tot / Abandona sa peixera i segueix rodant món”, canta el menorquino Leonmanso, admiradísimo por Joan Miquel Oliver, en Una gota d’aigua pura. Resulta que esta gota de agua pura es una lágrima con la cual el cantautor despedía a Amy Winehouse. “Surt una lluna russa / Surt per damunt ses nines i l’hort d’hivern / Vespre de tantes fonts / Res les desperta, l’aire amable se pren un poc”, canta el mallorquín Miquel Serra en Radiolaris. La huella de Animal Collective ha ido desapareciendo de su música, pero no esta poética profundamente emotiva y surrealista.

Sería más claro, pero esta santísima trinidad balear que componen Joana Gomila, Leonmanso y Miquel Serra, estas tres voces arraigadas y soñadores, que se mueven en unos parámetros ultra-locales y siderales, que se expresan mediante una poética íntima y delirante, juguetona y arrebatada, quizás no habrían avanzado con la seguridad con la que lo han hecho en estos últimos años de no haber visto que, antes que ellos, Antònia Font habían desmenuzado tantísimos prejuicios sobre el que podía y lo que no podía ser una canción hecha en las islas.

Música local en lengua indígena

Podríamos hablar del pop africanista los Zulu Zulu, herederos de los fabulosos Oliva Trencada que un día ponían música a los versos de la poeta mallorquina del siglo XIX Maria Antònia Salvà y el otro nos contaban la historia de un cernícalo que encontraba trabajo en el aeropuerto de Palma a través de una ETT. O los manacorenses Jorro i Gomorra, que a pesar de practicar un indie-rock bien anglófono, nunca cantaron en inglés como sí lo hicieron grupos mallorquines del indie de los 90 como Sexy Sadie y Los Valendas. Lo mismo cabe decir de Da Souza, otros que nacieron cantando en catalán y gracias a aquella decisión idiomática nos han regalado canciones como Migracions de salmons, a la altura de las mejores joyas de los Teenage Fanclub.

Miquel Serra.

El catálogo del prolífico sello mallorquín Bubota Discos es una reivindicación de la "música local en lengua indígena" y un buen punto de partida para sumergirse en la música balear actual; desde los espectrales F / E / A hasta los eléctricos Saïm. También los Estudios Favela de Pep Toni Ferrer, cantante de Oliva Trencada y Zulu Zulu, son un epicentro clave; Ferrer ha producido un buen número de discos baleares de los últimos años. Y podríamos seguir con Xanguito, que años atrás contaron con el cantante de Antònia Font Pau Debon y que, mira por donde, han titulado su último disco Millons d'estrelles. O con el colectivo Vers Endins, tan poético y animado, que ya ha establecido vínculos con Joana Gomila. O con Las mil voces de mí cuerpo de la mahonesa Anna Ferrer, tan íntimas y siderales.

¡Quién nos iba a decir que cantautoras jóvenes como Anna Ferrer o Joana Gomila nos harían pensar al mismo tiempo en Maria del Mar Bonet y Laurie Anderson! Adentrarse hoy en la música balear es iniciar un fascinante viaje por la galaxia interior. Plantar un pino joven en el escenario y, a continuación, ir a dar una vuelta por otros universos. Pero aquí todo forma parte de una misma secuencia. La música popular cambia de aspecto, no de intención. Todo son cants de batre. Los Antònia Font quizás avistaron una modalidad más estratosférica: el cants de batre... asteroides.

Anna Ferrer

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