Quizás hay que empezar invocando el nombre de Robert Gerhard (1896-1970), el primero y más importante (aún hoy) compositor catalán (digamos) moderno. Y hay que invocarlo no sólo por el hecho de que este año 2020 se cumplan 50 años de su muerte (en Cambridge, en el exilio), sino también por su ejemplo: Gerhard enlaza la tradición musical del país, por vía de Felip Pedrell (1841-1922), compositor, pero también un importante pedagogo, con la nueva música europea, con Arnold Schoenberg (1874-1951) al frente, del que fue discípulo y amigo.
La música de Gerhard es una síntesis y también una puerta abierta: los cantos y danzas de raíz popular en la experimentación electroacústica. Sus sinfonías, ballets y la cantata La peste (su obra más ambiciosa) lo atestiguan.
Aunque la figura y la vida de Gerhard sean la imagen viva de una interrupción, de un certe, el fin de lo que hubiera podido ser y no fue debido a la llamada guerra civil, que casi significó perder del todo el tren del día a día musical. Fue necesario, después, poner de nuevo las cosas en su sitio poco a poco y rehacer todo tipo de puentes. Esta síntesis (o dualidad, como se desee) ha sido desde entonces una constante en la creación musical que de nuestro país.
A lo largo de los años, sobresalen las figuras complementarias de Joan Guinjoan (1931-2019) y de Josep Maria Mestres Quadreny (1929-). Ambos son discípulos de Cristòfor Taltabull (1888-1964), compositor, discípulo de Pedrell, como Gerhard, y de Max Reger (1873-1916), y maestro, además de los dos ya citados, de Josep Soler, de Xavier Benguerel y de una larga lista de nombres.
Guinjoan siempre se sintió arraigado con fuerza en la tierra de su natal Camp de Tarragona (como Miró y Gaudí lo estuvieron), Mestres Quadreny es del todo cosmopolita (como lo fueron Tàpies i Brossa). Los dos, a pesar de las diferencias, son autores de una música personal y nueva. Guinjoan es siempre vivo y jovial y mira hacia atrás para "deconstruir" la tradición como en un quebradizo. Mestres Quadreny encuentra su lugar en las posiciones más experimentales y intelectuales, en el cálculo y el azar y la aleatoriedad. En ningún momento, ni uno ni otro, pierden de vista el elemento lúdico y luminoso (algo muy propio de esta zona del Mediterráneo): en la 3ª sinfonía y el Homenaje a Carmen Amaya de Guinjoan, en el Cop de poma y el Cuarteto de Catroc de Mestres Quadreny.
Su tarea, la de ellos y la de toda su generación, fue clave para permitir a la siguiente hornada de compositores, más numerosa y dispersa en el tiempo, menos definida como un todo, el moverse por el mundo desde una posición más liberada de las miserias propias de la posguerra española.
A ambos lados destacan, como dos puntas de lanza, los nombres de Benet Casablancas (1956) y de Héctor Parra (1976), autores ambos, a pesar de venir de influencias diversas (uno de la escuela vienesa y la otro del Ircam parisino), de una música eminentemente expresiva y desfermadamente lírica que ha encontrado su campo ideal para desarrollarse en el terreno sinfónico y, sobre todo, en la ópera: el Alter Klang y el enigma di Lea de Casablancas o Inscape y Las Bienveillantes de Parra como ejemplos. Y también en su corpus para piano, verdadero núcleo duro y campo de pruebas de sus respectivas producciones.
Bernat Vivancos (1973), muy dedicado a la música coral con un estilo que hermana la tradición nórdica (de Arvo Pärt a Lasse Thoresen) con los colores más vivos de la mediteranian, Albert Guinovart (1962), que permaneciendo fiel al sistema tonal ha encontrado un sello sonoro personalísimo y que es conocido sobre todo por sus trabajos en el campo del teatro musical, Ramon Humet (1968) y Josep Maria Guix (1967), los dos bebiendo en abundancia del mundo oriental para inspirarse y que recibieron, en unos primeros años, el empuje y la huella de Jonathan Harvey. Dejo a muchos otros en el tintero, pero estos son una buena muestra de la diversidad de esta generación de abanico tan amplio y activo.
Si bien los compositores que los precedieron se dedicaron sobre todo a la difusión ya la divulgación de las nuevas músicas (ya que el terreno que araban era poco trabajado) muchos de ellos se han dedicado (a fondo) a la docencia (con el también compositor Agustí Charles como ejemplo paradigmático) y por sus manos pasó la generación siguiente, una generación menos numerosa y más delimitada en el tiempo centrada sobre todo en los compositores nacidos entre los años ochenta y noventa del siglo pasado.
En un principio y en gran parte formada entre los muros del Esmuc, en Barcelona, esta generación más joven, aún en crecimiento, la de Raquel García-Tomás (creadora inclasificable y muy implicada en la multidisciplinariedad, especialmente en la relación imagen/música y que destaca especialmente en el campo de la música para la escena), Nuria Giménez (quien ha profundizado en la investigación electroacústica llevando los hallazgos a la escritura instrumental habiendo sabido hacerse suyo, en Ginebra, el ejemplo de su maestro Michael Jarrell), Luis Codera Puzo (impulsor también del Ensemble Crossing Lines y del ciclo de nuevas músicas OUT.SIDE y muy afín a las estéticas que dominan, sobre todo, en el centro de Europa: de Enno Pope a Stefan Prins, y también, de otras latitudes, a la música y el pensamiento de Morton Feldman), Carlos de Castellarnau (que trabaja la materia sónica como un escultor y que encuentra la inspiración y las influencias sobre todo en el arte sucio y que, como Héctor Parra, debe mucho al Ircam) y Fabián Santcovsky (que sigue la tradición de los compositores pensadores y es autor de una música esencialista pero refinada influida, un espacio donde reinan, cada uno por su parte, Luigi Nono, Salvatore Sciarrino, Helmut Lachenmann y Marco Sroppa), por citar sólo un puñado de nombres, ya se ha esparcido hace tiempo por Europa y el mundo como es, de hecho, común en todos los ámbitos de la cultura y la sociedad de hoy en día.
En Catalunya ha encontrado su espacio en nuevas iniciativas como las Sampler Series del Auditori o el Festival Mixtur (dirigido por los también compositores Oriol Saladrigues y Oliver Rappoport) y ya empieza a sonar en las temporadas regulares, además del Auditori, del Palau de la Música Catalana o del Gran Teatro del Liceo así como partes: dela festivales Manifeste, de Huddersfield o Eclat en las grandes salas de conciertos.
Una generación diversa y ecléctica
Si las anteriores ya lo eran en mayor o menor medida, esta es sin lugar a dudas una generación diversa y ecléctica por definición (como no puede ser de otra manera, son los signos del tiempo). Desaparecidos los prejuicios estéticos y mandamientos academicistas que demasiado peso habían llegado a tener anteriormente, cada uno ha ido encontrando su camino y también su público (un pequeño detalle que no puede ser no ha pasado por alto ...).
Y así, tal vez sin darnos cuenta en del todo (ya se sabe que lo más cercano es lo que siempre cuesta más saber valorar) y a pesar de los baches se ha ido tejiendo un hilo de inesperada continuidad, valiosa naturalidad y radical modernidad. Y de aquel canto partido, violentamente descabezado por las vicisitudes del turbulento siglo XX, han ido naciendo y resonando cánticos nuevos con mucho que decir y aportar a un mundo, el de la música de nueva creación, con demasiada tendencia a descuidar las voces del sur.
JOAN MAGRANÉ FIGUERA
Compositor
@joanmagrane