Institut Ramon LLull

Las directoras ya no son una excepción en el cine catalán

paperllull.  BARCELONA, 08/11/2020

Por primera vez en la historia, en el cine catalán "parece que se soluciona por fin aquel abismo existente entre unos estudios de audiovisuales con una alta proporción de alumnas chicas y la escasa presencia de mujeres cineastas en la industria", tal y como nos cuenta la crítica cinematográfica Eulàlia Iglesias. Nombres como Carla Simón -ganadora del Premio Nacional de Cultura-, Elena Martín, Lucia Alemany, Neus Ballús o Belén Funes, entre otras, lo certifican.




Hay pocos fenómenos más emocionantes en el cine reciente que el de Estiu 1993 (2017), el primer largometraje de Carla Simón, una producción modesta y hablada en catalán que, tras llevarse el galardón a la Mejor ópera prima y el Gran Premio de la sección Generation Kplus en el Festival de Berlín, inició una insólita carrera de éxito en las salas de cine. Simón se inspira en su propia vida para ofrecer un retrato sensible del proceso de duelo de una niña, en un filme que evoca al naturalismo y a la fuerza del trabajo con actrices infantiles de la filmografía de Víctor Erice y al mismo tiempo conecta con otros títulos recientes sobre infancias en trance como la estadounidense The Florida Project.

Reciente ganadora del Premio Nacional de Cultura, la otra buena noticia es que Simón no es una excepción en el cine catalán. En 2015, cuatro estudiantes de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ​​Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, estrenaban un proyecto conjunto, Les amiigues de l'Àgata, un trabajo de fin de grado que disfrutó de una inesperada carrera comercial tras proyectarse con mucho éxito en un par de festivales. El filme, que sigue el paso de la adolescencia a la juventud a través de la muda de amistades, ha sido en parte la punta de lanza de una nueva generación de directoras provenientes de escuelas y facultades que han encontrado, por fin , la oportunidad de ofrecer una mirada, la de las de mujeres jóvenes en la Cataluña actual, inédita durante décadas en el panorama cinematográfico.

Por primera vez en la historia, en el cine catalán parece solucionarse por fin aquel abismo existente entre unos estudios de audiovisuales con una alta proporción de alumnas chicas y la escasa presencia de mujeres cineastas en la industria. La actriz que hace de Àgata en el film antes mencionado, Elena Martín, se estrenaba poco después como realizadora con Júlia ist (2017), donde también actúa como protagonista en el papel de una estudiante que viaja a Berlín con una beca, en una visión desmitificada y mucho más íntima de la experiencia Erasmus de la que han ofrecido títulos tan populares como Una casa de bojos (L'auberge espagnole).

Esta nueva generación de nuevas cineastas ha hecho patente la necesidad de revisar en clave femenina las historias del paso de la infancia a la madurez (los "coming of age" films). En La innocència, la valenciana Lucía Alemany relee temáticas como el primer (des) mor o el aborto desde una perspectiva desdramatizada. Las jovencísimas Marta LallanaIvet Castelo plantean una historia de amistad femenina veraniega en Ojos negros (2019), que se sitúa en un contexto recorriendo en el cine de las nuevas directoras, el de la reconexión con las raíces rurales.

Porque las cineastas también reivindican a través de sus filmes el vínculo con las mujeres de generaciones anteriores, madres o abuelas invisibilizadas por cuestiones de género, pero también sociales, económicas o geográficas, como sucede en Viaje al cuarto de mi madre (2018), primer largometraje de Celia Rico. A Con el viento (2018) de Meritxell Colell, se escenifica el retorno a la casa principal en un film que incorpora, en una tendencia recurrente en el cine contemporáneo, la danza contemporánea como forma de expresión dramática de la protagonista. Y a Penèlope (2017), Eva Vila relee el mito homérico a través de la antigua modista de un pueblo.

Precedentes, conciencia i solidaridad feminista

La ola de nuevas directoras del cine catalán tiene unos precedentes claros. De la primera generación de la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) -de donde han surgido nombres tan conocidos como J. A. Bayona-, destaca Roser Aguilar, que ya se distanció de un modelo de cine más enfocado a la gran industria con El millor de mi (2007), premio a la Mejor Actriz para Marián Álvarez en el Festival de Locarno.

En la misma línea trabajan realizadoras como Mar Coll, que con Tres dies amb la família (2009) o Tots volem el millor per a ella (2013) entronca con cierta tradición de la Nouvelle Vague de practicar la radiografía íntima y profunda del núcleo familiar; o Elena Trapé, que en la ópera prima Blog (2010) se inspira en un suceso real, la conjura de unas adolescentes para quedarse embarazadas juntas, a la hora de explorar las complicidades forjadas a través de las redes sociales de una nueva generación de chicas. A Les distàncies (2018), Trapé plasma sin caer en la autocomplacencia el desencanto y las frustraciones de una generación, la de los mayores de treinta años, crecida en un entorno de bonanza pero en punto muerto a raíz de la crisis económica.

La conciencia y solidaridad feminista ha estado presente desde hace años en el cine catalán, atizada en buena parte desde la veterana Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona, ​​desde donde se ha puesto en marcha también Dones Visuals, una asociación nacida en 2017 con el objetivo específico de unir esfuerzos y promocionar la presencia de directoras en el cine y la televisión. De manera individual, una autora de renombre como Isabel Coixet ha contribuido a impulsar a través de la productora Miss Wasabi las carreras de profesionales más jóvenes como Trapé o Belén Funes, con un primer largometraje como La hija de un ladrón (2019), película que transita por los márgenes urbanos y sociales de Barcelona a partir del modelo de cine social energético y comprometido de los hermanos Dardenne.

De la no ficción en la comedia independiente

Del mismo modo que Funes, la debutante Nila Núñez también se ha hartado de recorrer festivales con Lo que dirán (2017), donde acompaña dos estudiantes de instituto en plena construcción de la identidad propia que investigan lo que supone llevar o no el hijab en la Barcelona multicultural de hoy en día. Núñez se mueve en el territorio de la no ficción, que en los últimos años también ha acogido nombres como Virginia García del Pino, que con Improvisaciones de una ardilla (2017) integra la reflexión filosófica a su panorámica por la escena política española actual.

Neus Ballús nos sorprendió con la docuficción La plaga (2013), un conjunto de historias cruzadas en un territorio fronterizo entre la metrópoli y el mundo rural. En El viatge de la Marta (2019) mantiene el contexto documental aquí con trasfondo postcolonial para una dramedia familiar. Alba Sotorra plasma en Comandante Arian (2018) su fascinación por otra mujer, una de las jefas de la YPG, la milicia de guerrilleras kurdas que plantó cara al Estado Islámico. Como en Game Over (2015), Sotorra destaca por subvertir imaginarios tradicionalmente masculinos, aquí el de la guerra y los lazos de complicidad que se establecen. Carla Subirana integra prospección memorística familiar e histórica en Nedar (2008), donde se interroga por la figura del abuelo anarquista fusilado al final de la guerra civil.

Carolina Astudillo es una de las principales representantes europeas del trabajo con material de archivo (found footage) a la hora de reconsiderar el papel de las mujeres en la historia, o de reflexionar sobre la experiencia femenina a partir de los diarios de una adolescente que se suicida en Ainhoa, yo no soy esa (2018). También parte de imágenes encontradas My Mexican Bretzel de Nuria Giménez, la última gran sorpresa del cine catalán, una reformulación del melodrama clásico a partir de las películas amateurs de un misterioso matrimonio.

En el amplio panorama de nuevas directoras catalanas, la también actriz Leticia Dolera es de las pocas que se decanta por la comedia, en un registro cercano al cine independiente norteamericano, como se puede comprobar con Requisitos para ser una persona normal (2015) o la serie televisiva Vida perfecta (2019), ganadora en el Festival de Series de Cannes y que también recoge las inquietudes de una nueva ficción televisiva creada por mujeres en el modo de Girls de Lena Dunham o Fleabag de Phoebe Waller-Bridge.

 

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